ABUELITA
Para el recuerdo: en una de esas calurosas mañanas de finales del siglo pasado, mi abuela, me recibía de nuevo en su casa, antes de que mis padres salieran a trabajar, con su sonrisa llena de ternura y de amor. Ella, mi abuelita, representaba por esos días su amor en comida por montones, como muchas lo hacían antes de que pesaran tan fuerte los estereotipos y la moda fitness en esta parte del mundo. Por lo gordo que estuve un tiempo, puedo saber que pasé muchos días en la casa de mis abuelos durante la niñez, probablemente más que en mi propia casa. La norma básica de mi abuelita para la convivencia era sencilla, clara y no tenía lugar a interpretaciones: ¡NO DAÑAR SUS PLANTAS! Podemos estar de acuerdo en que era una regla difícil de cumplir para un niño de 4 o 5 años que tiene un ímpetu propio proveniente de la pasión del futbol, pero con una incapacidad física para direccionar bien el balón. Debo reconocer que aunque aplicó castigos normales para un infractor ocasional, nunca d...